viernes, 27 de diciembre de 2013

Para los que han perdido la esperanza



Jairo tenía solamente una hija, que con escasos 12 años de edad, agonizaba. Esperanzado, había ido a ver a Jesús que por casualidad ese día pasaba cerca de su casa. Quiero pensar que había escuchado de sus milagros, y decidió ir a pedirle que hiciera uno para sanarla antes que fuera demasiado tarde y muriera. Nada tenía que perder; pero tenía que actuar con rapidez. ¡Qué desesperación!

Cuando lo encuentra está rodeado de una multitud que lo oprime y no lo deja caminar. ¿Cómo voy a llegar hasta él?, debió preguntarse. Toda esa gente con sus peticiones –que debieron parecerle absurdas- tendrían la culpa si su hija moría. Se mete entre la gente y finalmente alcanza a llegar hasta Jesús y expone su apremiante necesidad. Jesús le responde que irá a sanarle, lo que le devuelve un poco de esperanza; pero lo mete en otro obstáculo: ahora tenía que sacar a Jesús de allí y quitarle toda esa gente que se lo estaba distrayendo. Cada uno parecía estar centrado en su propio problema, y a nadie le importaba su hija.




En eso aparece una señora con la que se armó un alboroto porque quién sabe qué cosa había pasado porque había tocado a Jesús. Jesús se detiene a hablar con ella. Imagino que Jairo ni puso atención a lo que sucedía con ella. Debió echarle ojos de voy a matarla si mi hija se muere, señora. Y finalmente cuando parece que Jesús se la quita de encima y va a ir con él, sucede lo que menos deseaba. Alguien toca a Jairo en el hombro y le dice: No lo molestes más, tu hija ya murió.

Sus oídos escucharon esas terribles palabras; pero en su corazón las tradujo de otra manera: Todo está perdido. Nada puede hacerse ya. ¡No hay esperanza! Ante la muerte, nos han enseñado, nada hay qué se pueda hacer; y la muerte había quitado toda oportunidad de recobrar a su hija. Jairo se desmorona.

Si Pero justo cuando el temor está a punto de derrumbarlo, Jesús le dice algo que debió de confundirle en parte, pero por otro lado, esperanzarle: No temas, yo iré y le sanaré. Y sin entrar en detalles, que bien se narran en el evangelio[i], Jesús resucitó a la niña y la entregó a sus padres; no sin antes hacerles una curiosa advertencia: …que a nadie dijesen lo que había sucedido.

Yo no creo que todos los mandamientos de Jesús sean para obedecerse. Al menos este no. ¿Cómo le harías para guardar el secreto de que tu hija ha resucitado? ¿Cómo se le hace para ahogar los gritos de júbilo y las lágrimas de desbordante alegría (y nótese que no dije gozo)? ¿Qué tendrían que hacer Jairo, y su esposa y su hija para disimular el milagro? ¿Cómo podría alguien reprimir los gritos, y los abrazos, y las lágrimas, y las risas, y la danza, cuando la esperanza le ha devuelto la alegría? ¡Eso no es posible! Estoy convencido de que Jesús nunca pretendió que se quedaran callados. Creo que lo que hizo, con cierto sentido del humor, y en medio de la fiesta que ya había comenzado, fue lanzarles un reto: ¡a que no puedes callarte las cosas buenas que te han sucedido!

Es una lástima que no tengamos algo así como La vida de Jairo, Parte II. Sin embargo, hay cosas que debieron suceder en este hombre que no son difíciles de imaginar. Aparte de la gran alegría que hubo ese día, y los que siguieron, hubo algo muy sencillo, pero igualmente importante que Jairo aprendió: con Jesús en cualquier circunstancia, siempre hay esperanza. Su vida debió haber cambiado radicalmente, especialmente por la esperanza que desde ese día abundó en su corazón. ¿Qué actitud tendría Jairo la próxima vez que enfrentó una adversidad? ¿Cómo enfrentaría sus problemas? ¿Qué crisis sería capaz de llevarlo a la depresión? ¡Ninguna! Después de lo que vivió con su hija, no habría tormenta que lo doblegara. Creo que el pensamiento que prevalecería en él sería: Si Jesús me devolvió a mi hija de la muerte, este problema no es nada… ¡carcajeémonos y descansemos en el Señor porque algo muy bueno está por venir!

Y eso se llama esperanza: la certeza que Dios nos da, y que nos permite alegrarnos anticipadamente, porque sabemos que Él siempre tiene algo muy bueno para nosotros allá adelante.



5 comentarios:

  1. Quiero entregarte mis sueños ,tu voluntad haz en ellos,mi corazon te lo entrego
    enamorarme de ti,Quiero aprender a escucharte, quiero saber que es amarte ,de tu verdad yo saciarme, enamorarme de ti ,Que tu presencia, me inunde ,haz de mi un obre nuevo.....!!
    cámbiame
    renuevame
    enamorarme de ti.

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  2. Que nuestro Señor Jesucristo mismo y Dios nuestro Padre, que nos amó y
    por su gracia nos dio consuelo eterno y una buena esperanza,
    os anime y os fortalezca el corazón, para que tanto en palabra como en obra
    hagáis todo lo que sea bueno.
    2 Tesalonicenses 2:16-17

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  3. Dios habló, y dio a conocer todos estos mandamientos:

    «Yo soy el Señor tu Dios.
    Yo te saqué de Egipto, del país donde eras esclavo.»
    »No tengas otros dioses además de mí.»

    »No te hagas ningún ídolo,
    ni nada que guarde semejanza con lo que hay arriba en el cielo,
    ni con lo que hay abajo en la tierra,
    ni con lo que hay en las aguas debajo de la tierra.
    No te inclines delante de ellos ni los adores.
    Yo, el Señor tu Dios, soy un Dios celoso.
    Cuando los padres son malvados y me odian,
    yo castigo a sus hijos hasta la tercera y cuarta generación.
    Por el contrario, cuando me aman y cumplen mis mandamientos,
    les muestro mi amor por mil generaciones.»

    »No pronuncies el nombre del Señor tu Dios a la ligera.
    Yo, el Señor, no tendré por inocente a quien se atreva a pronunciar mi nombre a la ligera.»

    »Acuérdate del sábado, para consagrarlo.
    Trabaja seis días, y haz en ellos todo lo que tengas que hacer,
    pero el día séptimo será un día de reposo para honrar al Señor tu Dios.
    No hagas en ese día ningún trabajo, ni tampoco tu hijo, ni tu hija,
    ni tu esclavo, ni tu esclava, ni tus animales,
    ni tampoco los extranjeros que vivan en tus ciudades.
    Acuérdate de que en seis días hizo el Señor los cielos y la tierra,
    el mar y todo lo que hay en ellos,
    y que descansó el séptimo día.
    Por eso el Señor bendijo y consagró el día de reposo.»

    »Honra a tu padre y a tu madre,
    para que disfrutes de una larga vida en la tierra que te da el Señor tu Dios.»

    »No mates.»

    »No cometas adulterio.»

    »No robes.»

    »No des falso testimonio en contra de tu prójimo.»

    »No codicies la casa de tu prójimo:
    No codicies su esposa, ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su burro,
    ni nada que le pertenezca.»

    Éxodo 20:1-17

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  4. Si la palabra de Dios es nuestra delicia,
    no importa el lugar o la circunstancia;
    seguro que daremos frutó en el lugar donde estemos plantados...

    Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos,
    Ni estuvo en camino de pecadores,
    Ni en silla de escarnecedores se ha sentado;
    Sino que en la ley de Jehová está su delicia,
    Y en su ley medita de día y de noche.
    Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas,
    Que da su fruto en su tiempo,
    Y su hoja no cae;
    Y todo lo que hace, prosperará.

    Salmo 1:1-3

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  5. Allí estaba, sentado en una banqueta, con los pies descalzos sobre las baldosas rotas de la vereda; gorra marrón, manos arrugadas sosteniendo un viejo bastón de madera; pantalones que arremangados dejaban libres sus pantorrilas y una camisa blanca, gastada, con un chaleco de punto tejido a mano. El anciano miraba a la nada. Y el viejo lloró,y en su única lágrima expresó tanto que me fue muy díficil acercarme, a preguntarle, o siquiera consolarlo. Por el frente de su casa pasé mirándolo, al voltear su mirada la fijó en mí, le sonreí, lo saludé con un gesto aunque no cruzé la calle, no me animé, no lo conocía y si bien entendí que en la mirada de aquella lágrima se mostraba una gran necesidad seguí mi camino, sin convencerme de estar haciendo lo correcto. En el camino guardé la imagen, la de su mirada encontrándose con la mía. Traté de olvidarme.

    Caminé rápido como escapándome. Compré un libro y cuando llegué a mi casa, comencé a leerlo esperando que el tiempo borrara esa presencia……pero esa lágrima no se borraba……..Los viejos no lloran así por nada, me dije. Esa noche me costó dormir, la conciencia no entiende de horarios y decidí que a la mañana volvería a su casa y conversaría con él, tal como entendí que me lo había pedido.

    Luego de vencer mi pena, logré dormir. Recuerdo haber preparado un poco de café, compré galletas y muy deprisa fuí a su casa convencido de tener mucho por conversar. Llamé a la puerta, cedieron las rechinantes bisagras y salió otro hombre. ¿ Qué desea ? preguntó, mirándome con un gesto adusto. Busco al anciano que vive en esta casa, contesté. Mi padre murió ayer por la tarde, dijo entre lágrimas. ¡ Murió !dije decepcionado. Las piernas se me aflojaron, la mente se me nubló y los ojos se me humedecieron. ¿ Usted quién es? volvió a preguntar. En realidad, nadie, contesté y agregué. Ayer pasé por la puerta de su casa, y estaba su padre sentado, ví que lloraba y a pesar de que lo saludé no me detuve a preguntarle pero hoy volví para hablar con él pero veo que es muy tarde. No me lo va a creer pero usted es la persona de quien hablaba en su diario.

    Extrañado por lo que me decía, lo miré pidiéndole más explicación. Por favor, pase. Me dijo aún sin contestarme. Luego de servir un poco de café me llevó hasta donde estaba su diario y la última hoja rezaba: Hoy me regalaron una sonrisa plena y un saludo amable…..hoy es un día bello. Tuve que sentarme. Me dolió el alma de solo pensar lo importante que hubiera sido para ese hombre que yo cruzara aquella calle. Me levanté lentamente y al mirar al hombre le dije: Si hubiera cruzado la vereda y hubiera conversado unos instantes con su padre…..Pero me interrumpió y con los ojos humedecidos de llanto dijo: Si yo hubiera venido a visitarlo al menos una vez en este último año. quizás su saludo y su sonrisa no hubieran significado tanto.

    Si hubiera……si hubiera……si hubiera……. Cuántas veces esas dos palabras han estado en nuestros labios. Tomemos la decisión de aprovechar cada oportunidad para amar, compartir y edificar a otros. Hoy……mañana puede ser muy tarde.

    Un mandamiento nuevo os doy; que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. Juan 15: 34.

    Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado. Juan 15: 12,,,

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